Si alguien me preguntara cúal es la mejor comedia de la historia del cine, tendría que elegir ésta. Y lo curioso es que es una película bastante desconocida.
Cuando uno piensa en su director (Billy Wilder), lo primero que le vienen a la cabeza son sus películas con Jack Lemmon y Walter Mathau, o "El apartamento" o "Con faldas y a lo loco"; pero poca gente ha visto o conoce "Uno, dos, tres"; sin embargo, el que la ha visto es incapaz de olvidarla.
Para mí, el máximo de un director de comedias es conseguir una película en la que se hable de temas serios, pero haciendo reír. Chaplin lo consiguió en ocasiones como en "La quimera del oro" o en "Tiempos modernos" y Wilder lo consiguió casi siempre, aunque fuera a costa de que a algunas de sus mejores comedias, no fueran comedias, porque su cinismo va demasiado lejos. Algo así ocurre en "El apartamento" o en "Bandeja de plata".
Wilder realiza una mordaz crítica del sistema capitalista y el comunista y, a la vez, consigue la comedia más rápida de la historia del cine. El ritmo es frenético, los gags y los diálogos cínicos e ingeniosos se reparten con tal rapidez que hay que parar de reír para no perderte el siguiente. A eso contribuyó un guión extraordinario escrito mano a mano con su habitual colaborador I. A. L. Diamond y un James Cagney magnífico en uno de sus mejores papeles, en el que dispara diálogos chispeantes a un ritmo de ametralladora. Es imposible olvidar además la adaptación de la famosa música de Kanchaturian.
Una película que demuestra que se puede hacer crítica política, social y económica de forma inteligente, y, a la vez, hacer reír a un ritmo endemoniado.
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