lunes, 20 de junio de 2011

MIS MOMENTOS DE CINE: EL TERCER HOMBRE (THE THIRD MAN, 1949)

Esta es una película absolutamente hipnótica, uno no puede empezar a verla y dejarla, porque te atrapa desde el principio, te agarra y no puedes dejar de mirarla hasta el final. Y los motivos son varios.

Primero, la historia de Graham Greene que nos sumerge en una trama policíaca de un hombre que trata de averiguar como y porque ocurrió la muerte de su amigo, pero en la Viena de después de la Segunda Guerra Mundial. Una ciudad dividida en partes por los ganadores de la contienda y que, aparece destruida por una guerra cuya sombra aun permanece. Pronto descrubrirá que su amigo no era lo que parecía.

Todo esto se filma con una fotografía expresionista, típica del cine negro, que agudiza los claroscuros y que deja gran parte de la pantalla en las sombras.


A esto se unen don actores en estado de gracia: Joseph Cotten, cuya década prodigiosa fueron los cuarenta, y un enorme Orson Welles que inunda la pantalla cada vez que aparece y que realiza uno de los mejores malvados de la historia. Juntos tienen las mejores escenas de la película con unos diálogos que ya han quedado como antológicos, al igual que la noria del parque de atracciones de Viena.

Pero tampoco termina ahí el atractivo de esta película, pues a todo esto se suma una filmación a base de ángulos aberrantes y una música prodigiosa de Anton Karas.

Resulta casi imposible que esta joya la rodara, como si tal cosa, el director británico Carol Reed, que nunca volvería a realizar nada parecido y, es por esto, que hoy día esta practicamente demostrado que Welles participo en el guión.

Es resultado es una película prodigiosa y enigmática, que no en balde ha sido elegida en muchas ocasiones por los críticos como la mejor película europea de la historia. Esto, como siempre en estas listas, es discutible, pero lo que si es evidente es que siempre habrá que situarla entre las cinco primeras

jueves, 9 de junio de 2011

MIS MOMENTOS DE CINE: EL DORADO (1966)

Sigamos con el cine del oeste y con un director paradigma de lo que es ser un gran artesano y que, sin tener ínfulas de autor, consiguió llenar su carrera de obras maestras, y lo que es mas complicado, en géneros muy distintos.

Howard Hawks es un director poco reivindicado, fue descubierto tardiamente y su hazaña consiste en moverse en todo tipo de películas con una soltura como pocas veces se ha visto en la historia del cine. Da la sensación de que podía realizar grandes películas en cualquier género.

Realizó uno de los mejores (y de los primeros) films de gangsters con "Scarface, el terror del hampa" (1932),  consiguió una de las mejores de las llamadas "screwball comedys" con "La fiera de mi niña" (1938) o con "Luna nueva" (1940), entro en el cine bélico con éxito con "El sargento York" (1941) y realizo dos de las mejores obras del cine negro: "Tener y no tener" (1944) y "El sueño eterno" (1946).

Cualquiera de ellas y otras que me dejo en el tintero merecería su hueco en este blog (y lo tendrán).

No había tenido un éxito tan grande con sus western, aunque había realizado algunos apreciables; pero esto cambaría con "Rio Bravo" (1959) y la que nos ocupa en esta ocasión.

Hoy día es normal hablar de remakes, porque en el Hollywood actual tan falto de ideas se ha vuelto recurrente el volver a filmar títulos antiguos que fueron un éxito. Pero en 1966, Hawks fue mas allá de lo que se ha ido actualmente e hizo un remake de una película suya de siete años antes. Practicamente, "El Dorado" es la misma película que "Rio Bravo", pero si tengo que elegir me quedo con su segunda versión, que para mi esta mejor acabada y resulta mas redonda. O quizás sea porque prefiero a Robert Mitchum de partener de John Wayne, antes que a Dean Martin; y también me gusta mas James Caan en el papel de novato.

La película es una autentica delicia, que trata de como un grupo de amigos se enfrenta a sus problemas en una situación límite, practicamente encerrados en la comisaria con un preso al que deben proteger. Sin embargo, lo que parece una película sumamente dramática se convierte en manos de Hawks en algo emocionante, lleno de un sentido del humor maravilloso que humaniza a los personajes y rebaja la tensión.

Una autentica película para disfrutar, sobre viejos amigos que vuelven a resolver sus problemas juntos: los que llevan dentro después de los años y los que llegan desde fuera. Yo la suelo ver cuando me siento deprimido y os aseguro que funciona.